Portal Guaraní - LO QUE NATURA NO DA… - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Hay gente a la que le gusta coleccionar títulos y diplomas, como otra hace con billetes, medallas o estampillas; solo que en el Paraguay actual estos últimos suelen ser más caros y difíciles de conseguir que aquellos.

El diputado Carlos Portillo, siendo como es, aún joven, afirma haber dado en siete dianas universitarias. Parece mucho, pero esto es relativo. Poco sería, en verdad, si se le comparase, por ejemplo, con Hugo Chávez, salvando las diferencias. El comandante –que el Señor lo tenga a su siniestra– obtuvo al menos doce doctorados honoris causa en distintas universidades y otros altos centros educacionales, de las que citaré al menos los siguientes casos: doctor honoris causa en la Facultad de Economía y Comercio de la Universidad de Beijing, en 2001. En el mismo año fue titulado “Profesor Doctor” en la Universidad de Brasilia y, en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Bolivia, designado “Comandante en Jefe del Antiimperialismo en Latinoamérica”.

Por ser un “ciudadano prominente y ejemplar” fue investido del doctorado honorario por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), de Nicaragua, por el rector y el presidente Daniel Ortega, en 2007. En 2010, recibió la misma distinción de parte de la Academia de Estudios Superiores de la Universidad de Trípoli, Libia, de manos de Muammar Muhamad Abu-minyar el Gadafi, por la “contribución a la mejora de la justicia social en su país, Latinoamérica y el mundo”, así como por su aporte a la “economía humanista”. Y siguen los demás, del mismo estilo, fondo y forma.

Los títulos académicos, como las monedas y estampillas, son valiosos solamente cuando son raros o difíciles de obtener; por el contrario, como ocurre con todo, cuando abundan se deprecian. Pero, ¿qué beneficio procura un diploma de estos? ¿Prestigio y ascenso social, promoción profesional, renombre intelectual, competitividad electoral, mejor remuneración, y en qué proporción estos? No lo sabemos porque nuestras universidades no se ocupan de realizar estudios sobre sus propios asuntos.

La segunda cuestión es: ¿Sirve de algo al país tal abundancia de diplomados y titulados? Muchos jóvenes gastan un tercio o más de sus ingresos en pos de una cartulina de esas. Las universidades privadas tratan de retenerlos el mayor tiempo posible y ellos procuran lo contrario. De la solución dialéctica a esa contradicción de intereses surgen las ofertas de carreras de nombres rimbombantes pero de baja calidad; o sea, fáciles pero caras. Hoy se puede obtener un título oficialmente reconocido concurriendo a clases solo los sábados, o con el sistema ‘a distancia’. ¿Cuánto faltará para que se lo consiga vía wasap?

Una de las causas de todo esto pudo haber comenzado cuando se introdujo la modalidad de otorgar un adicional de 500.000 guaraníes a los empleados públicos que presentaran diploma universitario. Este incentivo, quizás arbitrado ingenuamente para promover la excelencia en el servicio estatal, disparó un vendaval de vocaciones falsas y talentos desviados, que tuvieron como consecuencia que miles que hubieran sido admirables carpinteros, electricistas, constructores, oficinistas, contadores, comerciantes o actores, dando provecho a su comunidad y contento a sí mismos, acabaron convertidos en frustrados economistas, abogados, escribanos, magisters o licenciados en cualquier zarandaja.

El diputado Portillo es un caso entre miles; tuvo la mala suerte de salir sorteado para esta ocasión y su condición de legislador empeora todo. Mas, siendo realista, equitativo y sincero, se debe reconocer que es lógico que una mayoría social incapaz de distinguir contrastes vote a representantes grises.
Y nuestras universidades, salvo cinco o seis excepciones, tienen que ajustar su oferta a la medianía general. Por eso están pobladas de tan pocas vocaciones y de tantas ambiciones minúsculas. En las aulas, los humanistas y los científicos fueron desplazados por los burócratas; y esto vale para estudiantes y docentes. De modo que, así como en las cajetillas de cigarrillos se notifica que “fumar produce cáncer”, para que cada quien sepa a qué atenerse, al pie de cada diploma universitario habría que inscribir la antigua y prudente advertencia: “Lo que Natura non da, Salamanca non presta”.

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