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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

  SANOS, BRUTOS Y FELICES - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 06 de Abrilo de 2014


SANOS, BRUTOS Y FELICES - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Domingo, 06 de Abrilo de 2014

SANOS, BRUTOS Y FELICES


 Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Según el calendario pintoresco de la ONU, el Día Mundial de la Salud debe celebrarse el 7 de abril. Así como en el Día de la Felicidad (20 de marzo), esta organización exhorta a los seres humanos y humanas a que ese día dejen lo que están haciendo, aunque sea alegre y divertido, y se dediquen a ser felices. Para el día siete se aconseja mantenerse sanos.

Acerca de cómo hacerlo, un documento oficial ofrece las siguientes sugerencias: “En los teatros se puede disfrutar de obras con gran humor. Muchas ciudades son decoradas con alegres colores. Se realizan juegos para que los niños puedan divertirse con otros niños. En muchos cines se puede disfrutar de películas de humor y divertidas. Muchas personas se disfrazan de personajes graciosos por las calles de la ciudad”. Para el Día de la Salud la recomendación más señalada es lavarse las manos, además de otros artificios ingeniosos ideados para alejar a las enfermedades.

A la salud y la felicidad, dos bienes considerados fundamentales, suelen sumarse otros dos, dinero y amor, que conforman esos amables deseos que la gente intercambia habitualmente. Curiosamente, el único de ellos al que la ONU no le dedicó un día del año es al dinero, a pesar del hecho bien comprobado de que los otros tres, sin el sostén de este último, o no se alcanzan o, alcanzados, no se conservan mucho tiempo. Y que, por si hiciera falta decirlo, el monumental aparato burocrático de la ONU fácilmente podría funcionar sin amor, salud y felicidad, pero ni media hora sin dinero. ¡Qué ingratitud!

Lo bueno de los temas salud, felicidad y amor es que cualquiera puede pontificar sobre ellos y escribir libros sin tener que respaldarse en diplomas. Y cuanto mejor nos sentimos, más lecciones damos, como ya lo advirtió Menandro al decir que “el hombre que goza de buena salud está siempre lleno de consejos para los enfermos”.

De la felicidad se escribieron tantas cosas, hay tantas recetas para lograrla, tantas otras para conservarla y tanto papel lleno de lamentaciones por su pérdida que, reuniéndolos, se podría envolver el globo terráqueo. Los filósofos se ocuparon de ella con rigurosa puntualidad, los novelistas y los poetas jamás prescinden de al menos un párrafo o un verso alusivo. Y los letristas de temas populares... ¡ah, estos letristas! ¡Qué hubiera sido de sus canciones sin las palabras feliz y felicidad y todas las que riman con ellas!

Tanto se meditó sobre este estado que llegó a convertirse en un lugar común incluso para los más creativos. Tolstoi, por ejemplo, acuñó el conocido proverbio “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace”. Medio siglo después, Jean Paul Sartre sentenció: “Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”. El francés no estaría enterado de que el ruso se le había anticipado; pero, en fin, no es raro que dos o más mentes perspicaces arriben a ideas o conclusiones idénticas sobre un mismo asunto, siendo que se valen del mismo órgano de razonamiento y recogen las mismas experiencias de vida.

La diferencia que hace la época tecnológica que vivimos es que tanto la salud, de esencia material, como la felicidad, de esencia inmaterial, hoy en día se buscan por igual en sustancias químicas. Aunque, si bien de la salud que proporcionan las drogas medicinales no se duda, la felicidad que procuran las drogas estupefacientes es harto controvertible.

Y todavía hay algo más que distingue a aquellos cuatro grandes bienes: la finalidad. Eventualmente se podría preguntar: ¿Para qué enamorarte? o ¿para qué tanto dinero? Mas nadie pregunta ¿Para qué quieres ser sano o feliz? En general, el deseo más común es vivir bien y largamente, resumido por el director de cine Billy Wilder de este modo: “Me gustaría morir a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido que acabó de pillarme in fraganti con su joven esposa”.

Por último, hay una fuente de dicha a la que se elogia mucho: la ignorancia. Cuanto menos enterado de lo que sucede alrededor esté uno, se asegura, más plácida es la existencia. Sanos y brutos para ser felices; he aquí la ecuación dorada. Tal vez este sea también el ideal del Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del pueblo venezolano. Bien le vendría la aprobación de la ONU; más no se la dio el pasado 20 de marzo.

 

 

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 06 de Abrilo de 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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