Portal Guaraní - EUFEMISMOS - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Hay palabras muy violentas –las conocemos–; hay vocablos temibles, peligrosos; hay frases capaces de provocar odio, dolor, depresión, furia homicida. Los antiguos polinesios resolvían inteligentemente este problema: a una voz inconveniente la declaraban tabú y quedaba interdicha, expulsada del léxico tribal. Los cristianos medievales intentaron hacer lo mismo con los juramentos y maldiciones… ¡y lograron el efecto contrario! Las imprecaciones, las exclamaciones, los tacos, pasaron a ser los lugares más frecuentados del habla coloquial.

Algunos textos antiguos, como la Biblia, tenían serias dificultades con el lenguaje relacionado con la sexualidad. “Abraham conoció a Agar y engendró a Ismael”. Judá le dijo a su nuera Tamar: “Déjame que cohabite contigo”. La esposa de Putifar le conminó a José de este modo: “¡Yace conmigo!”. Es natural pues que, en aquellas épocas, de tanto cohabitar y yacer, todos se conocieran mucho.

El lenguaje cristiano continuó creando infinidad de elipsis para poder referirse el tema sexual, cuando era inevitable hacerlo. Los mayores recordarán seguramente cosas como “el comercio amoroso”, “el abrazo matrimonial”, “el enlace íntimo”, “el lazo de Venus”, “el aparejo de vientres”, “tener acceso carnal”, “ejecutar el concúbito”, “consumar el ayuntamiento”, “cometer fornicación” y tantas otras.

Allá por 1550, el conquistador Francisco de Ribera escribía a Sevilla acusando a Domingo Martínez de Irala de ser “muy aficionado a la conversación de las indias carias de esta tierra”. El padre José Guevara solía acusar a los españoles de “mantener ruin correspondencia” con las indias. Imaginamos que aquellas conversaciones y correspondencias eran más entretenidas que las de ahora, con correos electrónicos, mensajitos, whatsApp y demás artilugios modernos que nos mantienen fríos.

El eufemismo llegó a la cúspide en la era victoriana, cuando no se podía aludir directamente a las más inocentes partes del cuerpo; ni siquiera a la ropa interior. Fue entonces que aparecieron términos como “busto”, “miembro viril”, “underwear”, “sostén” y demás esperpentos, muchos de ellos vigentes aun. Mas, la represión excesiva siempre genera reacción. Acabando aquella época, el escritor inglés D.H. Lawrence, en su célebre novela “Lady Chatterley’s Lover”, hacía pronunciar a su galán tiernas frases sentimentales dirigidas a su dama, tales como: “Aunque viviese diez minutos, y te acariciase el culo, consciente de ello, consideraría que había vivido una vida entera”.

En materia de atrevimientos literarios, hoy en día no queda casi extravagancia que inventar; pero se van abriendo otros ámbitos interesantes, como el de la política, donde el ingenio se afina al límite y se escuchan cosas como “distraer” dinero, “omitir” requisitos, “estimular” funcionarios, “disfrutar” de privilegios, “evadir” responsabilidades y un sinfín de otros bellos infinitivos cubriendo espantosos significados. En un artículo, Umberto Eco recuerda que, en 1984, mientras en El Salvador y en Chile sus regímenes fascistas asesinaban opositores, los informes del Departamento de Estado de USA hablaban de “arbitraria privación de la vida”. Y conste que ya no eran países subdesarrollados sino “de menor desarrollo relativo”.

Desde entonces, la moda decadente del politically correct y el populismo verbalizado contaminaron prácticamente todos los edificios culturales. Nos imponen “adultos mayores” en vez de ancianos, “afro” en vez de negros y mulatos. Nos piden ser amables con los delincuentes denominándoles “marginales”; y referirnos a los chiflados como “mentalmente inestables”. A lo que antes era dádiva, ayuda caritativa o donación, ahora hay que llamarle subsidio. ¿Tiene alguna utilidad tanta hipocresía? Hay una, al menos, muy obvia: sirve para generar simpatía; es decir, adhesión; es decir, votos.

¿Cuánto faltará para que los feos pasen a ser “personas con fisonomía desajustada a los cánones estéticos predominantes”? ¿O que debamos llamar “cabellera alternativa” al peluquín, para evitar que algún calvo susceptible se moleste? Esperemos no vivir tanto para testimoniarlo.

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