Portal Guaraní - RECUERDOS DE UN CAFÉ SIN OLVIDOS - Por Toni Roberto

El adiós a Toni Carmona ocupa hoy una página llena de emoción de los Cuadernos de Barrio.

Sí, muchas veces las despedidas no llevan la tradicional foto de recuerdo del que partió, a veces las ausencias son presencias, relatos no literales de un homenaje. Así, de manera distinta, quiero recordar a Toni Carmona, un español paraguayo con un amor a la lengua guaraní.

Las partidas nos llevan a “épocas sin tiempo”, eso es lo que sentí buceando en el pasado asunceno, buscando alguna imagen de un espacio que nunca pudo ser o que, tal vez, sí fue, pero nunca lo pudimos haber vivido. Son los recuerdos de la historia de la gran amistad que ya no tiene tiempo y que tuve con el gran profesor Carmona.

Dicen que las mejores clases se dictan en lugares no comunes y eso es lo que aprendí de este ser fundamental que me ayudó en mi decisión de volver a “dibujar y pensar” a partir de esos “pensamientos lacanianos” aprendidos de él y de su inseparable compañera Batuke Ayala, allá en la década de los 90, en largas charlas de café. Una simple mesa y unas cuantas sillas vienesas parecidas a las de esta vieja foto del antiguo Comedor y Café del Hotel Hispano Americano, allá por los dorados años 20 del siglo pasado, en ese gran salón de lo que alguna vez fue el palacio de Benigno López.

“Aprender a leer entre líneas, uno dice lo que no dice y a las palabras se las lleva el viento”, como diría Lacan, de esa misma manera enseñaba el querido Toni, siempre escueto, conciso, sencillo, pero contundente en sus apreciaciones.

Siempre un café nos despierta al máximo los sentidos, las ideas, los relatos; así pasamos más de una década de charlas junto con otro grande que tampoco está, el querido Rafa Peroni, infaltable en las tertulias de café en aquella legendaria y multitudinaria esquina de Villa Morra de los años 90, junto con otros parroquianos como Verónica Torres, Line Bareiro, Gustavo Beckelmann o Félix Toranzos, y el fugaz paso y saludo de don Julio Ullón, el señor del sombrero y la guayabera blanca.

“Cuando un amigo se va”, parafraseando a Alberto Cortez, siempre parece que faltó tiempo, ya que bien entrada esta última década nos prometimos un café en “la casa de los caficultores colombianos” en la misma zona, pero por esa larga enfermedad que padeció, el café en aquella esquina ya no pudo ser.

Hoy ya no están ni ese legendario restaurante/café de 1900, ni las sillas, ni las mesas, ni el café Suggar de aquella “apaisada esquina” de pensamiento crítico con todos sus comensales ni aquella dorada “máquina italiana” de café Rancilio, y tal vez esta vieja foto en papel se amarillente más y se pierda en el olvido, pero quedará para siempre la presencia de Juan Antonio Carmona Calero, quien llegó alguna vez al Paraguay en la década del 60 con sus hermanos Curro y Luis para quedarse para siempre, como en los vericuetos de mis recuerdos de algún “cuaderno dibujístico” de algún barrio perdido, de algún rincón de un café de Asunción, sin tiempo y sin olvido.

Comedor y Café del Hotel Hispano Americano. Asunción c. 1920. (Testimonio de nuestra Asunción antigua)

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