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BERNARDO NERI FARINA

  LA QUERIDA: EL PODER OMNÍMODO, DESDE SU TORVO INTERIOR - Novela de RENEE FERRER - Texto de BERNARDO NERI FARINA


LA QUERIDA: EL PODER OMNÍMODO, DESDE SU TORVO INTERIOR - Novela de RENEE FERRER - Texto de BERNARDO NERI FARINA

LA QUERIDA: EL PODER OMNÍMODO, DESDE SU TORVO INTERIOR

Novela de RENEE FERRER

Texto de BERNARDO NERI FARINA

 

“El poder se ejerce no solamente desde el sillón presidencial, sino también en el íntimo ámbito de la existencia cotidiana por intermedio de los espectros del terror”. Esta impecable sentencia de Renée Ferrer, contenida en su monumental novela La querida, dibuja lo que fue la Dictadura (la “nuestra”, la última, la de ese-que-sabemos) pero también refleja todas las dictaduras y abarca todo ejercicio de poder omnímodo en el ámbito que fuere, sin descartar el espacio familiar.-

Ese pensamiento sobre el poder me quedó boyando en la mente después de leer esta obra tan trabajada, la más reciente y, quizá, ambiciosa novela de Renée, porque es el retrato de una situación recurrente en nuestra historia, y en especial el de un tiempo que a 20 años de su final se va opacando en la memoria colectiva.-

Para qué volver al pasado, dirían los sabihondos gurúes del pensamiento descafeinado y utilitario de hoy día. Porque la tentación dictatorial de los potenciales todopoderosos es como esas enfermedades que no se curan, que se estacionan con los medicamentos puntuales, pero que vuelven apenas encuentran un resquicio, les contestaríamos.-

Para sacudir la historia, la literatura tiene una ventaja sobre la historiografía. Aquella le permite al autor hablar desde dentro, tomando la voz de los protagonistas, caminando con ellos, sintiendo como ellos, viéndolos de cerca tal cual son. El autor es como una sonda que se mete en lo profundo de los personajes y de los hechos.-

La querida, publicada por Fausto Editorial, no es una novela histórica tal como alguna clasificación entendería. No toma la historia al pie de la letra para diseccionarla en una perspectiva cronológica. Lo pasado es apenas un referente recreado en sus caracteres más complejos, para ser simplificado en sus simbologías más notorias. Aquí no importan los lapsos reales ni los hechos ordenados. Importan los hechos en su totalidad. Treinta y cinco años constituyen apenas un segundo en la eternidad de los tiempos.

Por ello, Renée le da una llamativa ubicuidad temporal a un ministro, un tal Ireneo Ibarra, demasiado parecido a un tal Edgar L. Ynsfrán, a quien el Dictador recuerda en su momento declinante como una voz que pareciera la de su propia conciencia: “Si uno quiere mantenerse en el poder, mi General, hay que darle el gusto a la codicia de los otros; nunca se deje superar en mando ni ambición, pero permita que los correligionarios se llenen los bolsillos”. Y más de Ibarra: “El pensamiento de la plebe, mi General, es uno de los venenos más perniciosos para el mandatario; usted debe erradicar el raciocinio como primer paso hacia la perennidad”.-

Renée sintió con tremenda intensidad la escritura de esta obra. Eso se nota en la –a su vez– intensidad de la voz de esa heroína-antiheroína, Dalila, quien obnubilada por el poder cayó en poder del poder y fue sometida hasta que el odio que le crecía motivó que, como los luchadores de judo, aprendiera a utilizar la propia fuerza omnipotente de su amante-Dictador para vencerlo con la llave justa (“… el conocimiento de la intimidad de un hombre se vuelve un arma implacable cuando le crecen colmillos al aborrecimiento”).-

Como en toda gran novela, en La querida uno puede encontrar tantas interpretaciones como quiera. Tal vez muchas más de las que la propia autora se atrevió a inducir. Así, el sometimiento de Dalila se podría proyectar al de la propia ciudadanía, parte de la cual buscó durante mucho tiempo sacudirse de las férulas del Dictador apelando incluso a la violencia. Como hizo en un momento dado Dalila, con ese axioma que parafrasea a otro que ha recorrido la humanidad desde la antigua Grecia: “Cuando a una la han mancillado hasta el hueso, la revancha es un derecho irrenunciable de la dignidad”.-

La querida es una novela llena de sutilezas, de acertijos que desafían al lector. De reminiscencias literarias e históricas que surgen desde su entramado retórico. Por eso es subyugante. Renée, a más de introducir su propia voz para acosar a sus personajes, siembra ligeros rastros para que el lector vaya descubriendo por sí mismo las salidas de los laberintos dialécticos que crea con toda intencionalidad.-

Quien conoce –por ejemplo– los entresijos de las guerrillas de los años 60 sabe que éstas fueron verdaderas quijotadas, aventuras sin futuro nacidas en las mentes febriles de unos políticos desconectados de la realidad. Entonces, Marco, el guerrillero hermano de Dalila, de la Querida del Dictador, no puede comenzar de otra manera su diario de campaña más que con una fórmula inmortal en la literatura: “En un lugar de Caaguazú, de cuya existencia preferimos no acordarnos, cuyas selvas estriban con los primeros ranchos de un pueblo que se pierde en las congojas de la memoria…”. Quijotada de quijotes contra los impávidos molinos de la Dictadura.-

El capítulo dedicado al soliloquio del guerrillero, que ve la desgracia de la derrota cerca, es voluminosamente conmovedor: “Cuando ya no hay forma de soportar la vida es cuando uno enfrenta a la muerte con la serenidad de las decisiones irremediables…”.

Desde el sillón presidencial a lo cotidiano, la Dictadura sembró el miedo para la posterior cosecha de silencio. El capítulo 17 de la novela describe, en una turbadora caricatura, la irracionalidad atrabiliaria de aquel régimen. Tras una noche en el Panuncio, donde con unos amigos se divirtió pidiendo a los músicos las canciones prohibidas de Epifanio Méndez Fleitas, Marciano llegó a su trabajo en el Ministerio de Hacienda y fue inmediatamente citado por el Secretario: “Está despedido por sedición, desacato a la autoridad, sospecha de comunista, y mandó llamar a dos policías para esposarlo y meterlo en la celular estacionada junto al cordón de la vereda”.-

En la lectura de La querida, uno va transitando del anecdotario a la reflexión íntima y de ésta al inventario de aberraciones de un poder para muchos incomprensible. Es, a la vez, un ejercicio de memoria y un cuestionamiento doloroso: esto dejamos que ocurriera.-

Hay otro valor en este libro. Renée, debatiéndose en el marasmo viciado de aquella ignominia histórica, huye del panfleto y no renuncia jamás al goce estético, a la literatura pura, aun en la descripción del dolor: “El exilio, ese territorio de la cercanía inalcanzable y la distancia total (…) tiende un puente hacia un tiempo perdido…”.-

Quien se interne en las casi 500 páginas de La querida vivirá la madura novela de una Renée Ferrer en la plenitud de su potencia creadora. Es una historia inusitadamente fuerte. Tanto que la ficción no puede librarse de las tenaces garras de la realidad.

 

 

Fuente: Bernardo Neri Fariña

 

Fariña, N., (15/Feb./2009) La Querida.

Diario ABC COLOR

Recuperado el 16/Feb/2009

 

 

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